“El cielo está muerto.
Nada ni nadie le resucita.
Se le ve largo.
Infinitamente largo y muerto.
Ya no se le ve la vida
ni siquiera en su piel azul.
Le ha matado el infinito,
el mar del Cosmos,
metálico y negro le ha devorado
Tornóse gris y transparente
en el lomo del abismo.
Ya deben ser varios los siglos
en que se le ve muerto.
Le han enterrado las estrellas
con picos y palas.
Cantaban, refulgían y picaban.
No se niega que la Luna…
Ni cantaba, ni picaba.
Reía y murmuraba:
“Muerto el cielo…
reinará el Sol, mi amado
…y yo, su amada”
La muerte del cielo
atravesaba el Viento
y le calaba a la Aurora.
Lloraba la lluvia
mientras los relámpagos
temblaban otro tanto.
Hasta el rocío de la mañana
se desvanecía en su lamento.
El cielo ha muerto y se hace polvo.
Frágil el mundo, sin su encanto.
¿Y la esperanza?
Tal vez el mar.
Si, tal vez el mar,
que guarda su reflejo.”
Nada ni nadie le resucita.
Se le ve largo.
Infinitamente largo y muerto.
Ya no se le ve la vida
ni siquiera en su piel azul.
Le ha matado el infinito,
el mar del Cosmos,
metálico y negro le ha devorado
Tornóse gris y transparente
en el lomo del abismo.
Ya deben ser varios los siglos
en que se le ve muerto.
Le han enterrado las estrellas
con picos y palas.
Cantaban, refulgían y picaban.
No se niega que la Luna…
Ni cantaba, ni picaba.
Reía y murmuraba:
“Muerto el cielo…
reinará el Sol, mi amado
…y yo, su amada”
La muerte del cielo
atravesaba el Viento
y le calaba a la Aurora.
Lloraba la lluvia
mientras los relámpagos
temblaban otro tanto.
Hasta el rocío de la mañana
se desvanecía en su lamento.
El cielo ha muerto y se hace polvo.
Frágil el mundo, sin su encanto.
¿Y la esperanza?
Tal vez el mar.
Si, tal vez el mar,
que guarda su reflejo.”
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