La última pluma

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La percibí aún antes de sentirla,
el aire se inundó de un aroma desconocido y maravilloso.
Rozó mi hombro en una tenue caricia electrizando mi piel.

Logré verla…
levitando en la suave brisa… blanca…
del blanco más puro que jamás hubiese visto.
Oscilaba como si no quisiera tocar el suelo,
como si no deseara detener su vuelo.

Había algo en ella que me colmaba de paz,
sentí la necesidad de tomarla entre mis manos…
No dejarla caer… pero algo me detuvo.

Lentamente, culminó su descenso,
quedó suspendida en el aire como si hilos invisibles la sostuvieran,
y se posó al fin sobre el césped aún húmedo por el rocío.

En el cielo rugió el más infernal de los truenos,
estalló un relámpago cegándome con su resplandor.
Bajé mi mirada y ya no estaba…
en su lugar había nacido una rosa blanca.

Y comprendí…

Había caído a la tierra la última pluma
de un ángel que en el cielo había muerto.

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